lunes, 20 de diciembre de 2010

Lo que tu coche hace por ti

El texto de hoy viene al hilo del comentario a mi primer artículo de uno de nuestros lectores, que hacía referencia al origen de la numeración de los modelos de Peugeot, y que narraba una anécdota absolutamente verídica: del mismo modo que en ocasiones el cero central se usaba para camuflar el orificio de la manivela de arranque, hoy en día suele camuflar el botón de apertura de la tapa del maletero.

Al hilo de esto, decía, se me ha ocurrido que puede ser interesante hablar hay de todo aquello que antes hacíamos nosotros o nuestros padres para poder conducir y que hoy nuestros coches hacen por nosotros.
  
Hubo una época por ejemplo en la que, para arrancar el motor de tu coche te tenías que agachar delante de él y accionar una manivela, no siempre suave (de hecho más de una muñeca o brazo se partió gracias a rebotes de la misma si el mecanismo no estaba bien a punto), mientras que hoy sólo giramos la llave y esperamos a que el motor de arranque ponga en marcha el motor. Esa misma llave activa al mismo tiempo el circuito eléctrico y desbloquea el volante, todo con un sólo movimiento. Del mismo modo, apagar un coche diésel no era tan trivial como quitar la llave y ya está, también había que tirar del estrangulador para parar el motor (los vehículos diésel hasta no hace tanto funcionaban perfectamente sin electricidad, es decir, sin batería ni alternador operativos).
Hubo una época también en la que los coches llevaban un misterioso mando en el volante llamado regulador de avance de encendido (o a veces "regulador de octanaje") que permitÌa modificar un par·metro de funcionamiento del motor que es relativamente complicado de explicar pero sin el cual el motor funcionaría con gran irregularidad, poca potencia y sonido de cafetera. Ese mando desapareció, al igual que el no tan antiguo estárter en los coches de gasolina o el interruptor de precalentamiento en los diésel. Con las cajas de cambio, si bien aún está muy extendido el cambio manual, pasa exactamente lo mismo. No es que los motores ya no necesiten todas esas cosas, sino que se han ido incorporando ingenios mecánicos, eléctricos y sobre todo electrónicos que han ido ocupándose automáticamente de todas esas cosas.

Gracias a la electrónica hoy nuestros coches cuentan con un montón de sistemas de seguridad, casi siempre denominados con misteriosas abreviaturas (ABS, ASR, ESP, BAS), que nos permiten frenar o acelerar sin miedo a derrapar, pegar ciertos volantazos sin miedo a volcar o salirnos de la carretera, frenar con menos fuerza que antaño pero mucha más eficacia, etc. Últimamente los coches incluso regulan la velocidad sin que pisemos ningún pedal, frenan por nosotros si nos acercamos mucho al vehículo que nos precede, nos avisan si nos dormimos o nos salimos del carril y un montón de funciones que hacen más seguro y cómodo conducir, aunque personalmente pienso que nunca deberíamos perder de vista que, por mucho que nuestro coche nos ayude, conducir es una tarea compleja y peligrosa que debe requerir siempre toda nuestra atención, y no está de más saber qué es todo eso en lo que el coche nos está ayudando y como lo está haciendo.
Junto a todos estos sistemas mencionados más o menos necesarios, existen otros más triviales pero sin los que no concebiríamos un coche actual: limpiaparabrisas y encendido de luces automáticos, elevalunas y apertura y cierre de puertas eléctricos, todo tipo de cámaras para ampliar la visión... y eso por no entrar en el tema de navegadores, radios y equipos multimedia, donde la evolución está siendo aún más vertiginosa que en el resto de cosas.

Y es que la evolución de los últimos años de la historia del automóvil se define casi exclusivamente por la evolución (o casi siempre aparición) de todos esos elementos auxiliares, ya que por sofisticados que parezcan a fecha de hoy nuestros coches en todo lo básico aún son como como los de principios del siglo pasado. De casi todos los avances, eso sí, es culpable la electrónica, que ha sido la gran revolución también en los automóviles.

No obstante parece que, ahora sí, la evolución técnica del automóvil en este siglo, sin detenerse jamás la evolución de los elementos auxiliares, promete cambios más radicales en conceptos más básicos, como la aparición de nuevos tipos de motores, con lo cual nuestros coches ya sí empezarán a ser diferentes de los del pasado siglo. Estos cambios profundos ya se están materializando en cosas como los coches híbridos, que aunque existen hace unos cuantos años sólo ahora se puede decir que empiezan a ser verdaderamente populares. Por lo demás, parece que cosas como los coches voladores que pronosticaba la ciencia ficción seguirán siendo casi inexistentes (alguno existe en E.U.A., si bien parece más una avioneta que otra cosa), simplemente porque hoy por hoy no son prácticos ni necesarios. Y si alguien necesita un coche volador, lo que debe hacer es sacarse el carné de piloto de helicóptero.

Amplía la información entrando en la web de Iván.

4 comentarios:

  1. Yo NECESITO un coche volador (¿sirve como excusa para sacarme el carné de piloto de helicópteros O:-) ? )

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  2. Sácate el de piloto de autogiro y se de alguien que le puedes liar jajajajajaja

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  3. Pues pienso que es una fortuna que algunos de nosotros hayamos aprendido a conducir con un Seat 600 o que nuestro primer coche fuera un vehículo del tipo Fiat Uno de 45 cv con starter cuyos extras en el catálogo era "guantera con tapa", "luneta trasera térmica" o "guarnecidos en las puertas". Aquellos coches eran, por decirlo de alguna forma "más físicos". Todo lo que no hacía el motor lo hacías tú con la fuerza y la destreza de tus brazos y piernas, desde mover la dirección o pisar el freno pisando fuerte "de verdad" hasta accionar la bomba del limpiaparabrisas de un Seat 600 que era literalmente una bomba de goma a presión en la que podías sentir el agua fluyendo en la llema del dedo.
    Quizás esas sensaciones hicieron que los que ya somos algo veteranos seamos más capaces de interpretar la conducción con todos sus factores de riesgo, con mayor conciencia de lo que pasa cuando hay agua, hielo, arena en la calzada o una presión inadecuada en una rueda. Creo que el que aprende a conducir en un Audi A3 de última generación tendrá más dificultades para apreciar estos matices y lo que es peor, toda esa tecnología quizás le transmita una seguridad al volante que inevitablemente atenuará el factor humano, último responsable en una conducción segura. No obstante, qué bien que inventaron el aire acondicionado y la dirección asistida...

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