viernes, 24 de diciembre de 2010

Esta noche es ¡nochebuena!

Música ambiental.
Nochebuena 1986, los primos en casa Torrecilla.
Algunos vamos disfrazados, ¿por qué?, pues ni idea. ¿Quién soy?
Texto: WitchBandit
Todo está preparado en la fresquera, vinos, refrescos, sidras, cavas y turrones. La casa huele a cocina casera, las mesas están vestidas y el porterillo comienza a sonar una y otra vez. Las escaleras son un trasiego de pequeños y mayores, unos vienen juntos, otros se van encontrando y se escuchan saludos y besos muy sonoros de tías, primos y hermanos. Es la nochebuena de 1986 en casa de la familia Torrecilla. Los villancicos suenan de fondo, las hermanas corren de un sitio para otro con una copita en la mano, llevan todo el día cocinando, vistiendo mesas, haciendo puzles y buscando sillas, banquetas, pufs, escalerillas, sillones, sofás y todo lo que pueda servir para que nos sentemos como podamos toda la familia. Teniendo en cuenta que solo en mi casa somos ocho, que mi madre tiene otras cinco hermanas, y que cada una de ellas tiene su propia familia, podéis haceros una idea de la "jartá" de gente que somos y del fiestón que montamos.

Todo son besos abrazos y carreras, que si baja a la fresquera ya a por la bebida, que si yo creo que esa lombarda se está quemando, que si corta ya el turrón y ponlo en las bandejas, que si ponme un ratito a Manolo Caracol...

El caso es que más bien tarde que temprano terminamos todos sentados como podemos a la mesa gigante en forma de Z que han montado, las hermanas y sus maridos en la zona de los mayores, cerca de la cocina y los primos como podemos nos vamos intercalando con el fin de poder estar por edades, porque hay de todo tipo. La cena transcurre con normalidad, Ana hija; come algo más, David; te estás poniendo perdido, Luis; controla a esos, Chus; pélame los langostinos, Beatriz; deja ya la ensaladilla y Fernando; deja de hablar hijo y cena algo, lo normal... Las historietas y chistes se mezclan con las risas y la cena, alguno se arranca con un brindis, otros a cantar, algunos nos vamos a jugar a urtadillas y otros comen hasta límites insospechados.

Termina la cena y comenzamos a quitar o apartar algunas de las mesas, llega el momento de cantar villancicos, de pedir aguinaldos y de bailar lo que nos pongan al ritmo de panderetas, zambombas, botellas de anís y un sin fín de instrumentos, todos, y cuando digo todos es todos, participan del momento, unos soltando las perras, otros cantando por soleares, otros moviendo como podemos el esqueleto... cada uno tiene su función, pero nadie se salva de hacer un paseillo a la pista e interpretar unos pasos como buenamente pueda, no hay cabida a la vergüenza.

Mi tía Rosa, como todos los años ha estado ahorrando unos mesecillos para tener algún detallito con TODOS y cada uno de los primos. A algunos les da un paquetillo de tabaco a escondidas, a otros nos tocan unas braguillas y una propinilla, el caso es no ir nunca con las manos vacías. (Ella era soltera y casualmente la primera que se ha enterado de todos los problemas que hemos tenido los sobrinos, de nuestros novios, de cuando empezábamos a fumar, de lo injustos que eran nuestros padres y de un sin fín de cosas que ha tenido que escuchar la pobre mujer como si la vida la fuera en ello. Se la echa de menos)

El caso es que por algún motivo que desconozco la gente (mayores) ha comenzado a desaparecer y yo no me he enterado. Busco a mis hermanos debajo de las camas, en el baño, en la cocina... ¡se han ido!, ¡se han ido sin mí!, ¡de fiesta! Algunos vecinos se nos unen al fiestón y a mí se me olvida el motivo por el que estaba enfadada y sigo bailando y berreando con el fin de poder sacar unas perrillas más para mis regalos de navidad. (En ese momento ya debía saber lo de los reyes, porque recuerdo que todos los aguinaldos los destinaba a mis compras el día de navidad en los puestos de la calle Alcalá, uno para cada uno, sin escatimar en gastos)

Así nos daban las tantas en la casa Torrecilla, una casa con dos habitaciones, un solo baño, una cocina chiquitita, unas escaleras de morirse y un salón abarrotado de gente a más no poder, pero que era lo mejor del mundo. Para ese momento ya tenía un plan hecho de donde pensaba quedarme a dormir, siempre era en casa de mi tía Rosa, así podíamos ver siete novias para siete hermanos las dos juntas hasta el amanecer, dormir un rato, coger mil caramelos de violeta que siempre tenía en una casita de porcelana en su casa, e irnos andando por la calle Alcalá viendo los puestecillos y ayudándome con mis compritas navideñas que luego envolveríamos una a una la tarde de navidad, (aunque algunas ya nos las diesen envueltas nos encantaba quitarles el papel y envolverlas de nuevo con el nuestro) y que ella me guardaría sigilosamente para reyes en su casa, shhhhhhhhhhhh.

No hay comentarios:

Publicar un comentario