Temperatura: La muerte
Día despejado, soleado y con un calor mortal.
Nos acerca mi hermano al aeropuerto, facturamos y una señorita muy agradable nos comunica que "llevamos retraso", ¿perdón?, lo llevan ustedes señorita, nosotros estábamos aquí a nuestra hora. El caso es que el avión sale media hora más tarde de lo previsto, nada del otro mundo.
Llegamos a Bruselas sobre las siete o siete y media (hay que decir que después de dos horas de turbulencias y de un aterrizaje un tanto malo), recogemos el equipaje y tomamos un taxi hasta Flatpolis, así se llama el apartahotel en el que nos encontramos. No hay NADIE por la calle, ni coches, nos instalan en nuestro apartamento, preguntamos a qué hora tienen costumbre de cenar y nos dicen que de siete a nueve (vamos de craneo), nos informan de un par de sitios para cenar a los que podemos llegar andando y ¡sorpresa! cierran los fines de semana, preguntamos en un NH que hay cercano y nos mandan de nuevo al aeropuerto, en un autocar gratuíto que pone el hotel, se han pensado que somos clientes y no les sacamos de su error, una hora después, estamos de regreso (con el mismo autocar) en el hotel cenados y con una compra de emergencia para poder desayunar. Deshacemos el equipaje, Julio se pone a trabajar un rato y el día se ha terminado.
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