miércoles, 20 de abril de 2011

Dichosas puntillas...

Estar pasando unos días en un pueblo pequeño del pirineo aragonés tiene sus cosas buenas, una de ellas es que te fijas en cosas tan pequeñas como:

- Las casas tienen muebles de pino, flores secas y están repletas de puntillitas dichosas por todas partes. Te sientas en el sofá; se cae la puntilla del respaldo, que la recoges; se cae la del reposabrazos, que pones la mesa; los mil artilugios que hay encima de ella tienen su respectiva puntillita... Al final las puntillas te declaran la guerra y siempre, y cuando digo siempre es siempre, la ganan. Da lo mismo lo que hagas con ellas, siempre terminan apareciendo de nuevo en el mismo sitio (Hijas de puta...)

- La gente se vuelve a mirarte y muchos se aventuran a preguntarte el famoso:
      ¿Y tú de quién eres?
     Pues yo soy Torrecilla señora.
     ¡Ah, es verdad!, eres clavadita a tu padre.
     Mi padre es González señora, es mi madre la que es Torrecilla.
     Oh, pues eres clavadita a tu madre.
     Sí, señora, todo el mundo me lo dice (juas).

- Las paisanas van todas a la misma hora a la carniería para poder esperar durante un par de horas en la cola y ya de paso parlotear y parlotear poniendo fino al cura que hizo un responso raro, a la hija de fulanita que se ha divorciado o al nieto de Pascuala, que resulta que está siempre borracho. (Mientras despellejan a dichas personas, sus maridos están en uno de los dos bares del pueblo tomando carajillos sin alcohol, anís 0,0 y sol y sombras descafeinados ¡no te jode!)

- Los paisanos son un poco más moderados, quitando las cartas, la pesca y los productos 0,0º, su único aliciente es mirar los nuevos culetes que la semana santa trae por el pueblo, más vicioso, pero mucho más sano... ¡donde va a parar!

- La gente "de ciudad" llega como cuando un foragido llegaba a un pueblo del lejano oeste, más tiesos que un palo, con actitud desafiante y desenfundando su cartera a diestro y siniestro con la esperanza de que la gente se dé cuenta de que encontró mucho oro cuando en su momento se fue a "hacer las Américas". Las paisanas ya se encargarán de hacerles un traje a medida el lunes que viene en la carnicería y los paisanos remirarán sus dorados culos como manda la tradición.

- A los empresarios del pueblo les toca hacer de "fulanas", (con todo mi respeto). Intentan hacer dinero y tienen que complacer a los de dentro y a los que vienen de fuera. Unos porque exigen un trato especial por ser clientes a diario, los otros porque vienen con dinero fresco y se sienten con derecho a todo. El caso es que tienen que salir todos satisfechos por el mismo precio.

- Luego están los que pasan de unos y de otros, que van a su bola y que se dedican al famoso, ver, oir y callar, hacen su trabajo, son agradables, dispuestos a ayudar siempre y muestran su cariño de un modo más sibilino, supongo que practican lo de que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu mano derecha, tan apropiado para estas fechas. Son los menos, pero existen, os lo prometo. 

En fin, que lugareños y forasteros nos juntamos, unos más modernos que no somos necesariamente los que venimos de fuera, otros más chapados a la antigua, pero todos, todos, TENEMOS PUNTILLITAS.

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